Por Viviana Stirnemann
Según datos aportados por la Organización Panamericana de la Salud, más de 800.000 personas mueren por suicidio cada año en todo el mundo siendo esta la tercera causa de muerte en la Región de las Américas entre las personas de 20 a 24 años de edad con registro a edades cada vez más temprana.
¿A qué se debe que este fenómeno se presente mayormente en adolescentes?
La adolescencia representa un momento dentro del curso de vida de transformación donde se hacen presentes cambios que incluyen como una de sus características el pasaje hacia la capacidad de simbolizar, pensar críticamente la realidad y las circunstancias que se atraviesan.
Además de elaboraciones relacionadas con cambios en su cuerpo, también se desarrolla el pasaje de lo familiar a lo extrafamiliar que permite procesos identificatorios y la construcción de un proyecto de vida.
En este sentido, podemos decir que como fenómeno complejo y multicausal, el suicidio está determinado por factores de orden individual, familiar, social y comunitario implicando que en la adolescencia esta problemática adquiera connotaciones que la particularizan.
Destacando las perspectivas sociales y comunitarias, no son menores las características de la época. Nos encontramos ante un contexto integrado por la velocidad de los cambios, la exposición permanente, la incertidumbre. Una sociedad fragmentada, dónde la cotidianeidad, las formas de vivir, y acceder a recursos materiales y simbólicos son diferentes en cada adolescente, haciendo imposible hablar de “la” adolescencia, por ejemplo.
Por un lado, nos encontramos con una sociedad atravesada por el consumo, la lógica del mercado que exige como clave del “ser” el éxito, el tener, la competitividad, pero que no ofrece a todos y todas las mismas posibilidades.
Por otro lado, el estar expuestos a todas estas situaciones genera inestabilidad, fragilidad, sufrimiento, frustración que se particularizan según cada persona, cada contexto. Se ve un claro escenario marcado por la complejidad dónde la mirada, seguridad y reconocimiento del otro cobran vital importancia.
Como factor protector, ante lo expuesto, es necesario en el trabajo y el encuentro con adolescentes, tomar una postura despojada, abierta, receptiva. Ofrecernos como apoyo para que puedan transitar este proceso, dónde el relato adulto, de las instituciones, se constituyan en referentes, en lugares de anclaje.
Que un/a adolescente piense que el suicidio, las autolesiones es la mejor y única opción para resolver lo que le sucede, nos interpela como sociedad en un momento histórico sociocultural dónde pareciera que la palabra, el lenguaje no se distingue como recurso para tramitar emociones, afectos, sino el accionar, la violencia. Es por ello que es importante deconstruir algunas concepciones, ideas naturalizadas que obstaculizan canales de tramitación de la vivencia subjetiva.
El poder hablar sobre lo que pasa reduce la ansiedad y la frustración. Pero para que esto sea posible, el receptor tiene que encontrar del otro lado alguien que escuche, que no imponga su manera de ver las cosas desde una mirada adultocéntrica. Un otro que percibe la situación acorde a su singularidad, particularidad.
Las redes de apoyo, la posibilidad de tramitar vivencias dentro y fuera del círculo familiar son una gran herramienta. En este sentido, como sociedad, instituciones, debemos desarrollar espacios que permitan que la palabra, el movimiento, las emociones circulen. Proveer de soporte, apoyo, reduce los sentimientos de desesperanza, brinda confianza y reconocimiento.
Es importante acercar a niños, niñas y adolescentes al sistema de salud, que el control de su salud física, emocional sea una instancia de valor, de cuidado permanente. Brindar relaciones de seguridad, confianza, apoyo favorecen una mejor calidad de vida, reduce los sentimientos de indefensión, desamparo en momentos de fragilidad e incertidumbre.
El suicidio constituye una tragedia que cobra la vida de una persona y arroja consecuencias permanentes en la familia, amigos y comunidad.
(*): Licenciada en Psicología, Universidad Nacional de Córdoba. Docente. Doctoranda en Doctorado de Ciencias de la Salud de la Fundación Barceló. Vicedirectora de la Carrera Lic. en Psicología de Fundación Barceló Sede La Rioja. A cargo de la Coordinación de Adolescencia dependiente del Ministerio de Salud de la provincia de La Rioja. MP 076.